EL ESTRÉS
El estrés crónico puede provocar una variedad de problemas de la piel, tales como acné, eczema, psoriasis, urticaria y rosácea. También puede agravar condiciones preexistentes y acelerar el envejecimiento. El estrés induce la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina, las cuales pueden provocar respuestas inflamatorias en el cuerpo. Esta inflamación se puede reflejar en la piel con síntomas como rojez, picor, erupciones o brotes de acné. Además, el estrés sostenido puede comprometer la función protectora de la piel, haciéndola más susceptible a la deshidratación y al ingreso de irritantes o alérgenos.
En momentos de estrés, es habitual adoptar comportamientos dañinos como rascarse, pellizcarse la piel o morderse las uñas, lo que puede agravar los problemas dermatológicos. Gestionar el estrés adecuadamente no solo beneficia la salud cutánea, sino también el bienestar general y emocional. Implementando tácticas efectivas para el control del estrés, se puede contribuir a preservar una piel más sana y luminosa.
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